Es innegable que gran parte de la violencia que golpea al país, es resultado de los 36 años de conflicto armado interno que vivió Guatemala, de hecho muchos expertos señalan que para poder cambiar la historia de violencia y abusos que se viven en el presente, se deben esclarecer primero los atentados cometidos en contra de miles de guatemaltecos inocentes durante esos años.
Luego de muchos años de silencio se empieza a hablar de ciertos avances en el proceso de esclarecimiento histórico; el caso de Fernando García, líder estudiantil y sindical durante el conflicto y esposo de la actual congresista Nineth Montenegro es una muestra de este avance. Escuchando una entrevista con su hija, Alejandra García Montenegro, se puede evidenciar el dolor, angustia e impotencia que viven muchos hijos, padres y familiares de todas las victimas que dicho conflicto dejo a su paso, en donde la gran mayoría no tienen idea de qué paso, dónde están si viven o en manos de quién murieron sus familiares.
Cuántos más estarán en el caso de Alejandra García, con la gran diferencia que por no ser hijos de alguien reconocido y con influencia política no tienen ni siquiera la esperanza que se dé algún día un juicio por lo ocurrido a sus familiares; es más, si no se sabe si algún día se condenará a los verdaderos autores intelectuales de la desaparición y probable asesinato de Fernando García (pese a los esfuerzos de su esposa e hija) ¿Cómo podemos esperar que en un corto o mediano plazo se aclare lo ocurrido con los otros 200mil muertos y los 45mil desaparecidos?
Si la violencia de hoy en día es resultado de esos 36 años de conflicto armado interno, cuál será el resultado de los miles de asesinatos que el crimen organizado y la delincuencia común está llevando a cabo en la actualidad. Dentro de 50 años nuestros hijos o nietos estarán clamando porque se aclaren los crímenes de hoy o acaso habrá un tercer tipo de violencia resultado de la pérdida de valores, destrucción del tejido social y psicosis que nos dejaron esos 36 años y que hoy está hundiendo al país en un clima de inseguridad y violencia fuera de control.
Esta ola de violencia gestada durante el conflicto armado, resulta muchas veces más devastadora que la anterior, ya que antes por decirlo de alguna manera, algunos podían evitar ser victimas manteniéndose alejados de los “grupos en conflicto”, hoy en día en cambio todos los guatemaltecos somos vulnerables a resultar muertos o heridos de alguna forma trágica, tengamos o no que ver con los “grupos en conflicto” actuales; hoy en día no hay distinción de raza, clase social o ideología política, todos podemos llegar a ser víctimas de un momento a otro, dejando igual que en el pasado a miles de hijos, madres y esposas en la misma situación en la que hoy están los familiares de las víctimas de aquel entonces.
De seguir las cosas como hasta hoy el panorama del futuro de Guatemala resulta apocalíptico, no es muy difícil pero si muy duro imaginar qué resultado tendrán los actos de violencia de estos tiempos. De lo que no hay duda es que, de continuar la situación así, sin que los guatemaltecos especialmente los jóvenes hagamos algo por exigir al Estado que cumpla con el deber más elemental para el que fue creado, de continuar sumidos en este conformismo, esperando únicamente sobrevivir sin que “nos toque”, sin exigir justicia, mañana cientos de sicarios, narcotráficantes, mareros y políticos corruptos estarán gozando de libertad como hoy lo hacen los militares, guerrilleros y funcionarios de Estado culpables de las 200mil víctimas de los ya muy mencionados 36 años de conflicto armado interno.